2 de junio: charla abierta por el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple

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Todos los años, el último miércoles de mayo se celebra el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple (EM). En esta oportunidad, la fecha es el 31 de mayo y, por esa razón, el 2 de junio el Hospital Universitario Austral brindará una charla abierta a la comunidad sobre esta patología.

La Dra. Fátima Pagani Cassará, neuróloga del Hospital, aseguró que “se trata de una enfermedad autoinmune que compromete el sistema nervioso central. Como ocurre en todas las enfermedades autoinmunes, nuestro sistema inmunológico, que es el encargado de defendernos de agentes externos como virus y bacterias, deja de reconocer como propio un tejido o sustancia del cuerpo. En el caso de la EM esta sustancia es la mielina, que se encuentra en el cerebro, la medula espinal y el nervio óptico. En presencia de la enfermedad lo que ocurre es que el sistema inmune ataca la mielina produciéndose lesiones o cicatrices (esclerosis) que se manifiestan con diversos síntomas”, explicó la especialista.

La disminución de la agudeza visual, la visión doble, la inestabilidad para caminar o los trastornos en la coordinación, la pérdida de la fuerza de un brazo o una pierna, los hormigueos, la pérdida de la sensibilidad de alguna parte del cuerpo y diversos problemas para orinar, son algunos de los trastornos que se generan. Otros síntomas que pueden experimentarse, y que no se manifiestan como brotes, son trastornos anímicos, principalmente depresión, fatiga, y trastornos cognitivos.

“Estas manifestaciones a las que llamamos brotes o recaídas aparecen en algún momento, suelen durar varios días o semanas y luego desaparecen del todo o dejan alguna secuela. Un paciente con EM puede tener a lo largo de su vida varios brotes con síntomas diferentes, aunque no todos los pacientes van a tener todos los síntomas. A la etapa de la enfermedad en la cual encontramos brotes intercalados con períodos asintomáticos se le llama Esclerosis Múltiple brote-remisión”, detalló Pagani Cassará.

Por su parte, en algunos pacientes, a medida que la enfermedad avanza cada vez son menos frecuentes estos brotes pero comienzan a acumular secuelas (discapacidad); a esta etapa se la llama EM secundaria progresiva.

Finalmente, existe un grupo muy pequeño de pacientes en los cuales aún en el comienzo de la enfermedad no vemos brotes sino síntomas progresivos desde el inicio. En esos casos de denomina EM primaria progresiva.

En el mundo hay más de 2 millones de pacientes con EM, mientras que en Argentina esta enfermedad tiene una prevalencia aproximada de 17 casos cada 100 mil habitantes; lo que equivale a unos 8000 pacientes aproximadamente. La mayoría de los casos se diagnostican entre los 20 y 40 años, y como todas las enfermedades autoinmunes, suele ser más frecuente en mujeres.

“No se sabe exactamente qué es lo que produce la enfermedad. Sólo sabemos que están involucrados tanto factores genéticos como ambientales; aunque en relación a los primeros hay que aclarar que no es una enfermedad hereditaria. Lo que se hereda es cierta susceptibilidad a tener la enfermedad, pero esto solo no alcanza para padecerla”, comentó la especialista.

“Los factores ambientales –sumó- juegan un rol muy importante en el desarrollo de la enfermedad. Entre ellos podemos nombrar el déficit de vitamina D y la falta de exposición solar, ciertas condiciones climáticas (la EM es mucho más frecuente en los países lejos del Ecuador), exposición a algunos virus como el Epstein bar, o tabaquismo, entre otros”.

En la EM existen 3 pilares del tratamiento: el de los brotes, el tratamiento modificador de la enfermedad y el de los síntomas que persisten luego de un brote, que es la manifestación clínica de una lesión inflamatoria en el cerebro, médula espinal o nervio óptico.

El tratamiento utilizado con mayor frecuencia es aquel con corticoides, que pueden darse tanto en comprimidos como por vía endovenosa. El objetivo es hacer que el síntoma del brote tenga la menor duración y sea lo menos molesto posible para el paciente.

Finalmente, el tratamiento de los síntomas que persisten posterior a un brote o en etapas progresivas de la enfermedad incluye rehabilitación kinesiológica motora, terapia ocupacional, estimulación cognitiva, rehabilitación fonoaudiológica, psicoterapia y tratamiento farmacológico, siempre dependiendo del síntoma que presente el paciente.

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